domingo, 23 de marzo de 2008
sábado, 22 de marzo de 2008
viernes, 21 de marzo de 2008
En el día mundial de la poesía
Al principio
lejanías acaracoladas en el horizonte invisible
El sinsentido azaroso de una como leche angelical
El bastón de la ceguera alabeando el contorno de lo sinvida
El esbozo de un corazón donde se asoma tímidamente la luz de lo muy lejos
Lo que nunca fue imaginado por la pequeñura sin fin
¡Cierto!
El camino de la noche ha sido escabroso en las calles de lo lejano, en las calles donde el farol anuncia siempre su abandono
Pero las cosas pasan
y un día cualquiera la linterna polvorienta alumbró en el hibernadero de la arboleda pequeña
Pasos lentos con la baba lechosa en los labios de un loco cavernario cambiando siempre el sentido de las puertas donde se encuentra el esplendor de mi alejamiento. Donde no envejecen las luces de madera.
Las rendijas donde se hospeda el impensable murmullo de árboles algodonados. Donde el prodigio de nuestra hechura minúscula es la diáspora amorosa de la cinta perdida que emigró de lo muy lejos.
Pero las cosas pasan
y el aire nos recuerda las primeras formas de las pequeñeces en el fondo de los caracoles sordos, en el desenrrolladero donde comenzó la historia de los Toraluces apagados. Donde se guarda el olor de las ausencias, donde se esboza cualquier nombre en un lejano eco
Donde descansa la impensable mirada azarosa;
el rocío donde se arquea la fantasmagórica lentitud de la rareza
Sí,
las cosas pasan
y uno es charcura de luces claroscura por dentro;
estanque vacío de perfumes sedosos
que algún día —nadie sabe cuál, sólo el libro invisible de lo muy lejos—
sembraron unos labios solitarios y lejanos
Al principio
lejanías acaracoladas en el horizonte invisible
El sinsentido azaroso de una como leche angelical
El bastón de la ceguera alabeando el contorno de lo sinvida
El esbozo de un corazón donde se asoma tímidamente la luz de lo muy lejos
Lo que nunca fue imaginado por la pequeñura sin fin
¡Cierto!
El camino de la noche ha sido escabroso en las calles de lo lejano, en las calles donde el farol anuncia siempre su abandono
Pero las cosas pasan
y un día cualquiera la linterna polvorienta alumbró en el hibernadero de la arboleda pequeña
Pasos lentos con la baba lechosa en los labios de un loco cavernario cambiando siempre el sentido de las puertas donde se encuentra el esplendor de mi alejamiento. Donde no envejecen las luces de madera.
Las rendijas donde se hospeda el impensable murmullo de árboles algodonados. Donde el prodigio de nuestra hechura minúscula es la diáspora amorosa de la cinta perdida que emigró de lo muy lejos.
Pero las cosas pasan
y el aire nos recuerda las primeras formas de las pequeñeces en el fondo de los caracoles sordos, en el desenrrolladero donde comenzó la historia de los Toraluces apagados. Donde se guarda el olor de las ausencias, donde se esboza cualquier nombre en un lejano eco
Donde descansa la impensable mirada azarosa;
el rocío donde se arquea la fantasmagórica lentitud de la rareza
Sí,
las cosas pasan
y uno es charcura de luces claroscura por dentro;
estanque vacío de perfumes sedosos
que algún día —nadie sabe cuál, sólo el libro invisible de lo muy lejos—
sembraron unos labios solitarios y lejanos
viernes, 7 de marzo de 2008
Pequeñas cuerdas en el Trampantojos de los espejos
PRELEGÓMENO DE UN LOCO DE HIPERNÓN1
Hipernón es el lugar del manto donde danza la soledad de los insectos. La cabra, y el sudor de las desérticas trompetas.
País donde tiene su partida el viento, donde se escucha el canto de los cuernos.
Lugar donde la piel ronajiza respira lamentos debajo de los hombros voluptuosos.
Aposento estridentoso de los espejismos polvorientos donde se maquilla el cansancio de lo desolado.
Lugar de los voceríos que sostiene una mesa donde ululan los insectos. De los muros donde la aguja del mago hace trazos de esperanzas fallidas.
Muros en que se traza la historia de la espiral de polvo humano. La cara del tiempo como apología de la belleza minúscula del engaño.
Muros donde quedó atrapada la luz de todos los antes, las raíces de los árboles y sus ojos sobre una balsa sin linterna, sin marinero que pintara claroscuros.
Hipernón, escéptico tejado de los espectros.
Lugar del gran Tor y su memoria alabeada.
Pedacería de cielo donde la luna se mece en el sillón de los acertijos.
En el sillón de los espejos, de los artificios que de nada sirven.
Un destino polvoriento para jugar a la espiral de la noche.
Un destino que por más que se mire hacia sus adentros, sólo encontramos bastones de fantasmas.
En suma, Hipernón es el lugar de las cuerdas desamorosas donde danza el horizonte de la ninguna parte, donde se esparce lo que no tiene caso.
El lugar que sostiene los ojos de la ceguera con los pies en la polvareda; el bullicio que palpitan azorosas y empedradas calles de lo que nada sirve; porque casi nada tiene caso.
1.
a. Ya en el libro de las espirales se dijo que en la ciudad de Hipernón, los perros caminan con la cola. Y, el rodar de la luna en sentido contrario por la orilla de las paredes.
b. También se dijo que es una urbe donde los hombros de los primeros habitantes cuelgan de sus arboledas. Donde los mostazales se tornan grises por el polvo que deslizan los cuerpos.
c. Ciertamente como la vecina ciudad de los locos de Tansalia, donde se ahoga la luz. La ciudad donde se recicla la vieja historia conocida. La misma magia del trampantojos.
d. De donde la luz se sabe por la sombra de los telares de la soledad.
e. Donde navega la memoria de las antiguas herencias diluidas.
f. Donde las hormigas se extravían en el tiempo que no envejece.
Hipernón es el lugar del manto donde danza la soledad de los insectos. La cabra, y el sudor de las desérticas trompetas.
País donde tiene su partida el viento, donde se escucha el canto de los cuernos.
Lugar donde la piel ronajiza respira lamentos debajo de los hombros voluptuosos.
Aposento estridentoso de los espejismos polvorientos donde se maquilla el cansancio de lo desolado.
Lugar de los voceríos que sostiene una mesa donde ululan los insectos. De los muros donde la aguja del mago hace trazos de esperanzas fallidas.
Muros en que se traza la historia de la espiral de polvo humano. La cara del tiempo como apología de la belleza minúscula del engaño.
Muros donde quedó atrapada la luz de todos los antes, las raíces de los árboles y sus ojos sobre una balsa sin linterna, sin marinero que pintara claroscuros.
Hipernón, escéptico tejado de los espectros.
Lugar del gran Tor y su memoria alabeada.
Pedacería de cielo donde la luna se mece en el sillón de los acertijos.
En el sillón de los espejos, de los artificios que de nada sirven.
Un destino polvoriento para jugar a la espiral de la noche.
Un destino que por más que se mire hacia sus adentros, sólo encontramos bastones de fantasmas.
En suma, Hipernón es el lugar de las cuerdas desamorosas donde danza el horizonte de la ninguna parte, donde se esparce lo que no tiene caso.
El lugar que sostiene los ojos de la ceguera con los pies en la polvareda; el bullicio que palpitan azorosas y empedradas calles de lo que nada sirve; porque casi nada tiene caso.
1.
a. Ya en el libro de las espirales se dijo que en la ciudad de Hipernón, los perros caminan con la cola. Y, el rodar de la luna en sentido contrario por la orilla de las paredes.
b. También se dijo que es una urbe donde los hombros de los primeros habitantes cuelgan de sus arboledas. Donde los mostazales se tornan grises por el polvo que deslizan los cuerpos.
c. Ciertamente como la vecina ciudad de los locos de Tansalia, donde se ahoga la luz. La ciudad donde se recicla la vieja historia conocida. La misma magia del trampantojos.
d. De donde la luz se sabe por la sombra de los telares de la soledad.
e. Donde navega la memoria de las antiguas herencias diluidas.
f. Donde las hormigas se extravían en el tiempo que no envejece.
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