viernes, 21 de marzo de 2008

En el día mundial de la poesía



Al principio
lejanías acaracoladas en el horizonte invisible
El sinsentido azaroso de una como leche angelical
El bastón de la ceguera alabeando el contorno de lo sinvida
El esbozo de un corazón donde se asoma tímidamente la luz de lo muy lejos
Lo que nunca fue imaginado por la pequeñura sin fin
¡Cierto!
El camino de la noche ha sido escabroso en las calles de lo lejano, en las calles donde el farol anuncia siempre su abandono
Pero las cosas pasan
y un día cualquiera la linterna polvorienta alumbró en el hibernadero de la arboleda pequeña



Pasos lentos con la baba lechosa en los labios de un loco cavernario cambiando siempre el sentido de las puertas donde se encuentra el esplendor de mi alejamiento. Donde no envejecen las luces de madera.
Las rendijas donde se hospeda el impensable murmullo de árboles algodonados. Donde el prodigio de nuestra hechura minúscula es la diáspora amorosa de la cinta perdida que emigró de lo muy lejos.


Pero las cosas pasan
y el aire nos recuerda las primeras formas de las pequeñeces en el fondo de los caracoles sordos, en el desenrrolladero donde comenzó la historia de los Toraluces apagados. Donde se guarda el olor de las ausencias, donde se esboza cualquier nombre en un lejano eco
Donde descansa la impensable mirada azarosa;
el rocío donde se arquea la fantasmagórica lentitud de la rareza
Sí,
las cosas pasan
y uno es charcura de luces claroscura por dentro;
estanque vacío de perfumes sedosos
que algún día —nadie sabe cuál, sólo el libro invisible de lo muy lejos—
sembraron unos labios solitarios y lejanos



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