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Hay
luciérnagas en la selva para buen rato
a
pesar de no tener oídos ni ojos,
aunque
cada día muera muy lentamente.
&
Para
un hombre solo como yo,
la
luna de octubre
las
luciérnagas del lago
y la
sutil partitura de las candelas
en la
quietud de la selva.
Otro
mundo, claro,
a la
orilla de un camastro
bajo
la luz mortecina que muere lentamente.
Otro
mundo, claro,
bajo
el concierto de los moribundos que cada vez se ahogan en la penumbra de las
paredes.
Otro
mundo
aunque
el olor de la soledad es diferente.
&
Es
tarde
hora
de cerrar la última hoja amarillenta del libro
y
tender el sombrero, la bufanda y el bastón
en el ramaje
de la noche.
&
El
optimismo de la vejez en las voces de quienes se resisten. Hay viejos —dicen—
con la pesadez a cuesta; pero el rostro erguido. Viejos que en nada se parecen
a ti, vejete.
(Pero
mi madre me hace recordar que ciertamente la literatura es el mundo de lo
posible, cuando habla de sus ganas de no seguir viviendo; porque la vejez
—dice— es una vergüenza, un sin sentido, un absurdo entre lo absurdo que es el
hombre.)
Digo
nada, frente a esta queridísima y escéptica vieja.
Es mejor callar.
Callo.
* Poemas que forman parte de la última parte del libro "De este lado la ausencia de los barcos", publicado recientemente en este año 2022, por el Fondo Editorial de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco en 2022.
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