lunes, 12 de diciembre de 2022

Cuatro poemas*









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Hay luciérnagas en la selva para buen rato

a pesar de no tener oídos ni ojos,

aunque cada día muera muy lentamente.


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Para un hombre solo como yo,

la luna de octubre

las luciérnagas del lago

y la sutil partitura de las candelas

en la quietud de la selva.

Otro mundo, claro,

a la orilla de un camastro

bajo la luz mortecina que muere lentamente.

Otro mundo, claro,

bajo el concierto de los moribundos que cada vez se ahogan en la penumbra de las paredes.

Otro mundo

aunque el olor de la soledad es diferente.


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Es tarde

hora de cerrar la última hoja amarillenta del libro

y tender el sombrero, la bufanda y el bastón

en el ramaje de la noche.


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El optimismo de la vejez en las voces de quienes se resisten. Hay viejos —dicen— con la pesadez a cuesta; pero el rostro erguido. Viejos que en nada se parecen a ti, vejete.

(Pero mi madre me hace recordar que ciertamente la literatura es el mundo de lo posible, cuando habla de sus ganas de no seguir viviendo; porque la vejez —dice— es una vergüenza, un sin sentido, un absurdo entre lo absurdo que es el hombre.)

Digo nada, frente a esta queridísima y escéptica vieja.

Es mejor callar.

Callo.





* Poemas que forman parte de la última parte del libro "De este lado la ausencia de los barcos", publicado recientemente en este año 2022, por el Fondo Editorial de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco en 2022.

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