13 de Noviembre: Teodosio García Ruiz
lunes, 19 de noviembre de 2012
sábado, 29 de septiembre de 2012
La abstracción como imagen del hombre
Borges
mencionó alguna vez que no era un pensador, sino, sencillamente un hombre de
letras que refleja en sus escritos su propia confusión y el respetado sistema
de confusiones que se llama filosofía en forma de literatura y, tenía razón. La
prueba de ello es el texto titulado La
suma. Poema con reflexión filosófica en forma de literatura manifestado por
el Borges lírico a través de un personaje en tercera persona:
Un
hombre se ha sentado y premedita
trazar
con rigurosa pincelada
en la blanca pared el mundo entero…
Reflexión filosófica-poética que postula (el
yo lírico) la imagen del ser humano como una sumatoria de abstracciones
ilimitadas pero, paradójicamente también definidas; la suma del todo pero
también la nada como resultado de esta operación matemática.
Conocimiento
del mundo y del ser humano debido a esta reflexión frente a la infinitud de la
pared blanca. Universo creado con exactitud geométrica, con exactitud
matemática, basada en líneas definidas o asíntotas como posibles fundamentos
acerca del origen del mundo, creadas por un ser omnipotente: Dios. Dios
geómetra, divinidad matemática que los ángeles nos comunican con él para
obtener respuesta cierta a nuestra incertidumbre con relación al universo; que
la ciencia aún no ha podido explicar.
Conocimiento
de la imagen del hombre constituido por suma de dualidades (Sumas, dice Borges
lírico): libres, pero también esclavos; luz y vida, pero también ignorancia y
desconocimiento; somos presencia, pero también ausencia, somos el todo, pero
también la nada; conocemos nuestros caminos, pero también no encontramos salida
alguna a esos caminos; somos la infinitud, pero también la finitud:
Puertas, balanzas, tártaros,
jacintos
ángeles, bibliotecas,
laberintos,
anclas, Uxmal, el infinito,
el cero…
Dualidades abstractas que son la imagen del
hombre, dualidades análogas a las matemáticas cuyos elementos están presentes
en este poema: el infinito, el cero, vasta algarabía de líneas, formas
geométricas en la pared.
En suma, el conocimiento que genera el
yo lírico en la voz de la tercera persona, es producto de esa reflexión
poética-filosófica de la que ya he mencionado ante la infinitud límpida de la
pared. Conocimiento poético que nos postula el universo, la vida, el ser
humano, como suma infinita de abstracciones compuesta por dualidades: libertad
y opresión; presencia y ausencia; diálogo y ruptura, que sin embargo existe el
camino de la mediación divina como para equilibrar ambos polos de la vida.
La
suma
Ante la cal de una pared que
nada
nos veda imaginar como
infinita
un hombre se ha sentado y
premedita
trazar con rigurosa
pincelada
en la blanca pared el mundo
entero:
puertas, balanzas, tártaros,
jacintos,
ángeles, bibliotecas,
laberintos,
anclas, Uxmal, el infinito,
el cero.
Puebla de formas la pared. La
suerte,
que da curiosos dones no es
avara,
le permite dar fin a su
porfía.
En el preciso instante de la
muerte
descubre que esa vasta
algarabía
de líneas es la imagen de su
cara.
![]() |
l Barone, Orlando. (1996). Diálogos, Jorge Luis Borges- Ernesto Sábato.
Buenos Aires:Emecé editores.
l Borges, Jorge Luis. (1985).
Ficcionario, una antología de sus textos.
Edición, introducción, prólogos y notas por Emir Rodríguez Monegal. México:
Col. Tierra Firma del FCE.
l -------------------- (1977). Obra
poética 1923-1977. Buenos Aires: Emecé editores.
l Sasarego, Myrta. (1998). Borges y el laberinto. México: Col.
Tercer Milenio del CNCA.
Este texto, apareció publicado en la Revista Especial Lunes, en julio 12 de 1999, número 86. Año III. Tabasco, México
viernes, 3 de agosto de 2012
Brevísimo esbozo de un índice de los libros literarios, escritos por Ciprián Cabrera Jasso
Quizá pasando el tiempo,| cuando la ausencia| haya penetrado mi lugar,| encuentres
una señal mía| entre las hojas de un libro viejo.| El viento de cualquier
estación| te hará recordar que estuve vivo,| sabrás que lloré| de impotencia
ante la maldad,| que me enfrenté| cara a cara con el demonio| y que amé hasta
lo insufrible.| Yo te observaré, quizá, y pasaré a tu lado| para continuar mi
viaje.

A Ciprián Cabrera le pasó lo que a
muchos o pocos nos sucede con nuestro primer libro de poemas escrito y
publicado: pagar la factura de la inmadurez y la imprudencia de publicar cuando
no se debe; aunque la trayectoria literaria de él era ya considerable. Sin
embargo, dentro de esa limitante poética que me concedió el libro de trilogía, no todo fue sombra
(parafraseando el título). Rescato cinco poemas de ese primer libro, de los
cuales, uno de ellos, titulado la señal,
utilizo en este texto a manera de epígrafe, que curiosamente se podría
interpretar como el guiño del poeta después de su partida.
UNA SEÑAL. (CCJ.)
I.
Leía
una mañana de marzo, en uno de los periódicos de la ciudad, del supuesto
suicidio del poeta Ciprián Cabrera Jasso, encontrado en la azotea de su
residencia con una cuerda en el cuello:
¡Demonios! —me dije en voz
alta.
Sus razones habrá
tenido —maticé luego.
II.
Los
días pasaron. Y ellos me llevaron a recordar la manera en que literariamente
conocí a Ciprián Cabrera, en la década de los 90´s, a través de Trilogía de sombras, un libro de poemas
que él inauguraba, dentro de la colección de autores tabasqueños contemporáneos,
publicado en 1985 por la editorial del Gobierno del Estado de Tabasco. Poemas
escritos entre 1972 y 1983.
Verán:
once años de ejercicio poético. La fama promovida por sus amigos para ese
entonces era ya considerable, como para incitar la curiosidad lectora de sus
textos sustentados en las buenas recomendaciones. Pero, vaya decepción después
de haberle leído. Tales recomendaciones no llenaron mis expectativas de los
altos vuelos poéticos, que uno espera encontrarse en los grandes poetas. Y eso
bastó para que alrededor de él y sus posteriores libros escritos, crearan en mí
como lector, una distancia considerable.
III.

IV.
El
prejuicio que surgió en mí la lectura de este libro, fue acrecentándose con el
paso del tiempo por otros factores extraliterarios, que parecieran no tienen o
deberían tener ninguna importancia en la obra escrita por cualquier escritor y,
más la de un poeta, como Cabrera Jasso; pero esa cercanía y modus vivendi con la burocracia, con el
poder emanado del Estado gubernamental, sí que tiene importancia en el poeta
como ente social. Sus razones habrá tenido; pero un escritor y sobre todo un
poeta, debe guardar una sana distancia con el ogro filantrópico. Él, no lo
pensaba y actuaba así, hasta el final de sus días.
V.
De
sus sombras e infiernos interiores hay que acudir a sus libros de poemas, como
por ejemplo, los dones del insomnio y el
divino vuelo, o en algunas de sus novelas como la titulada Ciliace o el vuelo de la oscuridad, no
estoy seguro, pues hablo a vuelo de pájaro.
VI.
Por
lo pronto, mientras mi prejuicio cede algún día (si es que esto sucede); he de
quedarme con ese abrazo amistoso que Cipriám le estrechó al Poeta gráfico, Juan
de Jesús López, según nos narra éste en su blog miraoyos, a propósitos de los
dones de Pano.
VII.
Los
días han pasado y, en la librería universitaria de la ciudad de Villahermosa, de
nuevo Juan de Jesús. Ahora me recuerda la cantidad de libros que escribió y
publicó Ciprián Cabrera, y muy probable que aparezcan alguno que otro más, de
forma póstuma. No me cohíbo por la cuantía. Sin embargo, mi curiosidad lleva a
preguntarme: ¿Qué tanto?
VIII.
Mi
búsqueda comienza en Bibliotecas, librerías e internet, hasta elaborar un
primer acercamiento a un brevísimo esbozo de un índice de la los libros
literarios, escritos por el poeta Ciprián Cabrera Jasso, que comparto con
ustedes y muestro a continuación:
Introducción
Poesía
Trilogía
de sombras
Y
nadie detendrá el viaje
Kasandra
La
ventisca
Los
dones del insomnio
Obra
poética I
Obra
poética II
La
diosa
El
reflejo del agua en tu rostro
En
la mirada del silencio
El
divino vuelo
Obra
poética III
Novela
Orishi
y la fiesta del infierno
Celia…
y la oscura esperanza
Ciliace
y el borde de la oscuridad
El
rostro oculto de la luna a partir de un montón de piedras
Cuento
Los
oníricos y otros cuentos del sueño de la vida
Dios
y Maya ilusión (recreación de un cuento hindú)
Teatro
Ensayo
Escudriños.
miércoles, 1 de agosto de 2012
Arcadia o la ciudad poética y amorosa de María Baranda
Un
texto donde se pudiese escuchar el tono de la garganta, la oxidación de las
consonantes, la voluptuosidad de las vocales, toda una estereofonía de la carne
profunda: la articulación del cuerpo, de la lengua, no la del sentido, la del
lenguaje.
ROLAND
BARTHES.
Debo
comenzar diciendo, que Arcadia es un
libro de poesía, una ciudad poética inventada detrás del cristal de una
ventana, cuyo tejido amoroso, erótico, a través
del recorrido de la nostalgia, se derrama a lo largo de los poemas
escritos por la poeta María Baranda. Derrama en esa única posibilidad —me
atrevería a decir en estos tiempos y en los de siempre— de ser en el mundo, donde se contenta, se da euforia, se goza,
desacontenta; donde se nos permite a los lectores dar un sentido real a
nuestras vidas, comunicándonos con lo desconocido y lo conocido: el ser; donde
se nos permite vivir por caminos polifónicos. Porque para inventar esta
posibilidad amorosa, la voz poética de este libro se encarna en lo que para mí,
como lector, tiene el valor de haberlo leído: ser texto. Esto, sin duda, tiene
mucho de relevante el haberlo leído.
¿A
quién, en algún momento de su vida, el recuerdo (que puede ser el de la
infancia, el de un amor inventado o real) no es vislumbrado atrás del cristal
de la ventana de una habitación, tren, automóvil o avión?
En este sentido, vale pues, habitar esta
ciudad que ofrece movernos por los distintos senderos. La ciudad más antigua de
la poesía, convertida en texto, en cuerpo, Arcadia;
ciudad renovada, distinta a la Arcadia
de Virgilio, de Tibulo o de Próspero, aunque tal vez, influenciada por el amor
y la magia de éstos. La ciudad poética que nos permite transitar por sus calles
convertidas, a veces en infierno, otras en paraíso; ciudad y su cartografía
amorosa trazada en el cuerpo del texto inventado a través de la escritura.
Un
poemario extenso de largo aliento, estructurado en menos de sesenta poemas,
donde se modela el corpus poético de Baranda de lo que no fue, nunca estuvo;
pero que como lector de esta ciudad, si existió, existe y existirá como una
posibilidad maravillosa de vida.
Pero
leamos algunos trazos cartográficos de esta ciudad poética:
Todo
lo que yo fui queda enlazado en el vidrio, en la parte de luz y coto, el exacto
fluir del instante inaudito e insólito que transita en las moléculas de
cristal. Y desde ahí mi mano y sus indicios de ser, de criatura única de mí o
más allá de mí como una frase construida en el silencio, mi mano que palpa lo que
resiste, lo que se estampa y trasmina, lo que permite decir: estoy aquí y desde
aquí te amo una vez y otra como la ínfima exhumación de la ola. Palpa, también,
lo que se ajusta a la llegada, al umbral donde se extienden eléctricas las
letras, el decir en la lengua, en la calle de antes, en el tiempo de ahora.
Todo
suscrito a los nuevos intersticios de la piel, a las frases incorporadas en el
cuello o los tobillos, a los pedazos de página caídos de mis labios abiertos a
la sed, la lengua que transpira golosa y
sucesiva en las secas vetas del cristal. Mi lengua de mí que cae y se derrama,
se oculta y sostiene jugosa la sutura del alba, mi lengua de pez en el cielo
del cuerpo desdoblada, mi lengua incontrolable y seducida, ventral en el
silencio, en el “un-dos-tres por mí” y el escondite de espanto, el no querer
ver ni decir, ni siquiera escuchar lugares poblados de esfínteres y sonidos, de
tibios cuerpos recordados en el límite de otros pensamientos, otras
figuraciones caídas en otros espejos. Toda mi lengua sobreviviente y causal, moridora y falaz en la zona que
incendia, en la parte que abraza abundante y rotunda ¿la ves? Es la mancha y el
polvo, el azogue y el grano, la fruición y el vestigio, el simulacro de quién
en las afueras de nada, en el principio de nadie, en el temblor inabordable de
alguien.
Ploc-ploc-ploc.
Llega el anuncio: una ciudad es una boca abierta, filamento que sutura el verbo
adentro de los cuerpos. Todo penetra. Desde la claridad de un tiempo ido como
si fuera una función simple y acertada, una membrana para sobrevivir en el
hueco, un dibujo en los poros, un ir hacia la sombra para gritar: abrázame en sólo un punto, bésame para poder hablar desde el papel
como si fueran los genitales del olvido, los pies de nuevas cartografías, los ojos
seducidos en la tinta y sus senderos evocados por la letra. Fui texto.
Soy
texto y muero en las orejas del silencio entre las uñas de un renglón apócrifo,
un renglón insólito, un vaso para beber el tiempo, ese tiempo escrito desde
antes en una distancia que no existe, que no está, pero que hizo de mí lo que
hubo. Volver. Volver a decirlo todo. Volver a escribir desde la grieta. Volver
atrás multiplicándome, extendiéndome por calles y bulevares, por hojas que
invento en la madreselva, en la madreperla de mí ser y su mar que se lee desde
mí descuartizadamente, renovadoramente, en lo que no está y no fue, jamás
estuvo: Arcadia.
ARCADIA
México,
Monte Carmelo, 2009, 47pp.
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