A los dioses pido sólo que me concedan
el no pedirles nada…
[sólo
la mudez, la fascinación de inmovilidad, estar como están los dioses, callados
y quietos, solo asistiendo].
…
un día más que empieza, ah, este prolongado hastío de existir, esta ficción de
llamarlo serenidad.
…en
definitiva, morimos cuando ya no logramos seguir soportando la violenta luz de
la vida.
…cada
uno va haciendo lo que puede por su vida y preparando su muerte, y el trabajo
que eso nos da, sin olvidar cuán difícil resultaría andar preguntando.
El
año de la muerte de Ricardo Reis
De Portugal, Fernando de Magallanes y Vasco da
Gama.
La
Pantera negra de Eusebio; Luis Figo; la potencia, la velocidad y la soberbia de
Cristiano Ronaldo, sobre todo cuando anota un gol.
La
foto del tranvía en una tarde cobriza, por la Plaza de Comercio en el Centro de
Lisboa, ofrecida por el periódico español “el país”.
Antonio
Lobo Antunes que, dicho sea de paso, espero algún día abrirme un espacio para
leer algunas de sus novelas.
José María
Eça de Queirós y, la adaptación cinematográfica mexicana de su novela El crimen del padre Amaro.
La lectura
del librito de poemas de Fernando Pessoa y sus heterónimos Alberto Caeiro,
Ricardo Reis y Álvaro de Campos, bajo la selección, traducción y prólogo de
Marcelo Cohen.
El libro del Desasosiego, de Bernardo de
Soares, otro de sus heterónimos.
Saramago,
y la geografía humana y carnal de sus personajes; especialmente Ricardo Reis en el Año de su muerte:
La
lluvia de Lisboa, los ríos del Tajo o el Adamastor bajo el cielo lluvioso. Simultaneidad
y paralelismo de una geografía citadina sureña desde donde escribo estos
incipientes acercamientos a la Portugal de Ricardo Reis-Pessoa-Saramago; porque
el abolengo de Tabasco (lo digo sin la menor ironía negra o grotesca que se
pueda perdonar) también es agua; del cielo, de sus ríos y sus lagunas.
El año de la muerte de Ricardo Reis. Novela
que tiene, en este contexto de ambientación nostálgica con mis raíces acuáticas,
algo muy especial para quien escribe esto; pero sobre todo y, fundamentalmente,
a la impronta característica de poeta, que lo es, el personaje Ricardo Reis. Creación
del árbol imaginativo de Pessoa hace aproximadamente 100 años, ante los excesos
de realización de una teoría clásica del arte moderno en 1914, para desarrollar
una teoría filosófica neoclásica, epicureísta triste; anotada y subrayada, a
propósito de esto, en el libro de las
Odas de Ricardo Reis como sigue:
Cada uno de nosotros […] debe vivir su propia vida, aislándose de los
demás y procurando tan sólo, dentro de una sobriedad individualista, lo que le
agrada o le place. No debe procurar los placeres violentos, y no debe huir de
las sensaciones dolorosas que no sean extremas.
Buscando el mínimo de dolor o […], el hombre debe procurar sobre todo la
calma, la tranquilidad, absteniéndose del esfuerzo y de la actividad útil […].
Debemos procurar darnos la ilusión de calma, de libertad y de felicidad,
cosas inalcanzables porque, en cuanto a la libertad, los propios dioses —sobre
los que pesa el Hado— no la tienen; en cuanto a la felicidad, no la puede tener
quien está exiliado de su fe y del medio donde su alma debía vivir; en cuanto a
la calma, quien vive en la angustia compleja de hoy, quien vive siempre
esperando la muerte, difícilmente puede fingirse sereno. La obra de Ricardo
Reis, profundamente triste, es un esfuerzo lúcido y disciplinado para lograr
una cierta calma.
Por cierto, líneas conductoras de la
personalidad y carácter del personaje en la novela de Saramago.
Especial,
decía, porque es la novela más poética de Saramago. Aunque viéndolo bien,
parece que no; a pesar del encanto poético en la descripción mágica que hace
del farolero que da luz a la ciudad; a pesar de la intuición poética y
nostálgica del narrador que dejará frente a las palmeras del alto de Santa
Catarina y el Adamastor, cuando Ricardo Reis acompañe a Pessoa al mundo del
espíritu, de los fantasmas y de las sombras, donde se ve y se oye; pero se deja
leer.
Especial en el sentido que tiene la literatura de
postular la realidad, por ejemplo, el de una vida novelada, la de un poeta que
se precie ser, y El año de la muerte de
Ricardo Reis, es la historia narrativa de este poeta en el ocaso de su vida,
espécimen escéptica, de humana soledad, quien a pesar de
la desesperanza, el infortunio y el pesimismo nos postula el placer como
respuesta epicúrea.
Veamos.
(Del encanto poético en el Alto de Santa Catarina. Cuando la
noche era ya cerrada):
< vara abre el hombre la portezuela del farol,
con el gancho hace girar la espita del gas, en fin, este fuego de San Telmo va
dejando por las calles de la ciudad señales de haber pasado, un hombre lleva
consigo la luz, es el cometa Halley con su rastro sideral, así estarían los
dioses mirando desde allá arriba a Prometeo, pero se llama Antonio esta
luciérnaga. Ricardo Reis tiene la frente helada, la apoyó en el cristal y allí
se quedó, viendo caer la lluvia, luego oyendo sólo el rumor, hasta que vino el
farolero y cada farol tuvo su fulgor y su aura, sobre las espaldas de Adamastor
cae una luz ya vencida, brilla el dorso hercúleo, será del agua que viene del
cielo, será un sudor de agonía por haber la dulce Tetis sonreído burlona y
maldiciente, Cuál será el amor bastante de ninfa, que sustente al de un
gigante, ahora ya sabe él lo que valían las prometidas abundancias. Lisboa es
un gran silencio rumoroso, nada más.>>
(O de la intuición poética y nostálgica del narrador):
<>
Una novela, la que nos ocupa, tejida de una fina ironía para
detener la mirada con buen humor, y describir la praxis de un gobierno
inquisidor y dadivoso, como el del dictador Salazar; así como la práctica muy
humana de los religiosos católicos. Ironía de un buen tejedor de espejos a
nuestra realidad cotidiana, para que
ciegos que, viendo, veamos en verdad un poco.
<>
Un vivaz sarcasmo, para polemizar e interpretar humanamente, esa
parte importante que es la divinidad y sus contornos; en este caso, la escena
donde Ricardo Reis, personaje, está frente al panel de azulejos de la entrada
del Convento de San Pedro de Alcántara, <>.
Interpretación irónica, en este contexto, presente también en el Evangelio según Jesucristo, al
inicio
de la novela, recurriendo al mismo método de utilizar como medio, la
apreciación estética de una pintura, una iconografía dramática muy conocida por
la cultura occidental: la crucifixión. Interpretación polémica y realista de lo
que sucede en la tierra, nacida sobre todo, por la mirada auténtica y arrebatada de amor por
María Magdalena hacia Jesús crucificado, mostrada en la circunscripción de la
escena estética de la figura geométrica: quien quiera mirar la pintura, saldrá
de duda.
La historia novelada decía yo al principio, de Ricardo Reis,
donde queda de manifiesto ese diálogo dialéctico, entre este poeta y Fernando
Pessoa Poeta. Diálogo de hacedores de versos. Contraposición solipcista, porque
aunque el primero es creación del segundo, el resultado de ésta converge en un
solo punto poético común en ambos: Fernando Pessoa, libro abierto del desasosiego,
es Ricardo Reis el escéptico placentero, y, éste a su vez, su creador poético. Así, el
Año de la muerte de Ricardo Reis, no es más que el encuentro de este
personaje novelado con su otra voz, llamada Pessoa.
Diálogo dialéctico y polémico, como todo diálogo y, si es
filosófico con más razón, entre Jesús y su hacedor el señor Dios, que uno puede
encontrar en la lectura de la ya mencionada novela el Evangelio según Jesucristo. O esas miradas contrapuestas entre
la modernidad, es decir la tecnología y, la tradición, manifestada en la Caverna.
Contraposición de ideas entre poetas fantasmas, que al final
Ricardo Reis, lleno del hastío de existir, decide acompañar por siempre a
Fernando Pessoa. Sólo un libro bajo el brazo titulado el laberinto de Dios,
como señal de dejar al mundo aliviado de un enigma.
Colofón
Pero
sea a pesar de este escepticismo, esta desesperanza, infortunio y pesimismo,
novelada de Ricardo Reis, la respuesta del placer epicúreo de éste y el sosiego
ante la presencia de Lidia, como colofón, sobre y bajo el fondo de nuestro río
Grijalva:
*
La palidez del día es levemente dorada.
El sol de invierno hace lucir cual rocío las curvas
de los troncos y ramas secas.
El frío leve tiembla.
Desterrado de la patria antiquísima de mi
creencia, consolado tan sólo por pensar en los
dioses,
trémulo me caliento
a otro sol que no éste.
El sol que había sobre el Partenón y la Acrópolis,
el que iluminaba los pasos lentos y graves
de Aristóteles hablando.
Mas Epicuro mejor
me habla, con su cariñosa voz terrestre
teniendo hacia los dioses una actitud también de
dios,
sereno y viendo la vida
a la distancia que está.
*
Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Contemplemos en sosiego su curso y aprendamos
que la vida pasa, y no estamos con las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos luego, niños adultos, que la vida
pasa y no se queda, nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar lejano, junto al Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos, porque no vale la pena que nos cansemos.
Tanto si gozamos como si no, pasamos como el río.
Mejor saber pasar en silencio
y sin desasosiegos grandes.
Sin amores, ni odios, ni pasiones que levantan la voz,
ni envidias que dan movimiento de más a los ojos,
ni cuidados, porque si los tuviese el río siempre correría,
y siempre iría a dar al mar.
Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
si quisiéramos, cambiar besos y abrazos y caricias,
pero que más vale estar sentados el uno junto al otro
oyendo correr el río y viéndolo.
Cojamos flores, cógelas tú y déjalas
en tu pecho, y que su perfume suavice el momento,
este momento en que sosegadamente no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Al menos, si soy sombra antes, de mí te acordarás después,
sin que mi recuerdo te queme o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos las manos, ni nos besamos,
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevas el óbolo al barquero sombrío,
yo nada tendré que sufrir al recordarte.
Suave me serás a la memoria recordándote así —junto al río,
pagana triste y con flores en el regazo.
* Texto leído en la mesa redonda "Dos miradas a la literatura portuguesa", dentro de la
Feria Universitaria del Libro Internacional 2014. Plaza de Armas, Villahermosa, Tabasco. 11 de Noviembre de 2014
Feria Universitaria del Libro Internacional 2014. Plaza de Armas, Villahermosa, Tabasco. 11 de Noviembre de 2014
Isidoro
Villator
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