miércoles, 19 de noviembre de 2014

Saramago y la geografía humana de sus personajes*



A los dioses pido sólo que me concedan el no pedirles nada…

[sólo la mudez, la fascinación de inmovilidad, estar como están los dioses, callados y quietos, solo asistiendo].

… un día más que empieza, ah, este prolongado hastío de existir, esta ficción de llamarlo serenidad.

…en definitiva, morimos cuando ya no logramos seguir soportando la violenta luz de la vida.

…cada uno va haciendo lo que puede por su vida y preparando su muerte, y el trabajo que eso nos da, sin olvidar cuán difícil resultaría andar preguntando.


El año de la muerte de Ricardo Reis




De  Portugal, Fernando de Magallanes y Vasco da Gama.

La Pantera negra de Eusebio; Luis Figo; la potencia, la velocidad y la soberbia de Cristiano Ronaldo, sobre todo cuando anota un gol.

 La foto del tranvía en una tarde cobriza, por la Plaza de Comercio en el Centro de Lisboa, ofrecida por el periódico español “el país”.

Antonio Lobo Antunes que, dicho sea de paso, espero algún día abrirme un espacio para leer algunas de sus novelas.

José María Eça de Queirós y, la adaptación cinematográfica mexicana de su novela El crimen del padre Amaro.

La lectura del librito de poemas de Fernando Pessoa y sus heterónimos Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos, bajo la selección, traducción y prólogo de Marcelo Cohen.

El libro del Desasosiego, de Bernardo de Soares, otro de sus heterónimos.

Saramago, y la geografía humana y carnal de sus personajes; especialmente Ricardo Reis en el Año de su muerte:

 La lluvia de Lisboa, los ríos del Tajo o el Adamastor bajo el cielo lluvioso.                  Simultaneidad y paralelismo de una geografía citadina sureña desde donde escribo estos incipientes acercamientos a la Portugal de Ricardo Reis-Pessoa-Saramago; porque el abolengo de Tabasco (lo digo sin la menor ironía negra o grotesca que se pueda perdonar) también es agua; del cielo, de sus ríos y sus lagunas. 


El año de la muerte de Ricardo Reis. Novela que tiene, en este contexto de ambientación nostálgica con mis raíces acuáticas, algo muy especial para quien escribe esto; pero sobre todo y, fundamentalmente, a la impronta característica de poeta, que lo es, el personaje Ricardo Reis. Creación del árbol imaginativo de Pessoa hace aproximadamente 100 años, ante los excesos de realización de una teoría clásica del arte moderno en 1914, para desarrollar una teoría filosófica neoclásica, epicureísta triste; anotada y subrayada, a propósito de esto, en el libro de las Odas de Ricardo Reis como sigue:


Cada uno de nosotros […] debe vivir su propia vida, aislándose de los demás y procurando tan sólo, dentro de una sobriedad individualista, lo que le agrada o le place. No debe procurar los placeres violentos, y no debe huir de las sensaciones dolorosas que no sean extremas.
Buscando el mínimo de dolor o […], el hombre debe procurar sobre todo la calma, la tranquilidad, absteniéndose del esfuerzo y de la actividad útil […].
Debemos procurar darnos la ilusión de calma, de libertad y de felicidad, cosas inalcanzables porque, en cuanto a la libertad, los propios dioses —sobre los que pesa el Hado— no la tienen; en cuanto a la felicidad, no la puede tener quien está exiliado de su fe y del medio donde su alma debía vivir; en cuanto a la calma, quien vive en la angustia compleja de hoy, quien vive siempre esperando la muerte, difícilmente puede fingirse sereno. La obra de Ricardo Reis, profundamente triste, es un esfuerzo lúcido y disciplinado para lograr una cierta calma.


Por cierto, líneas conductoras de la personalidad y carácter del personaje en la novela de Saramago.

Especial, decía, porque es la novela más poética de Saramago. Aunque viéndolo bien, parece que no; a pesar del encanto poético en la descripción mágica que hace del farolero que da luz a la ciudad; a pesar de la intuición poética y nostálgica del narrador que dejará frente a las palmeras del alto de Santa Catarina y el Adamastor, cuando Ricardo Reis acompañe a Pessoa al mundo del espíritu, de los fantasmas y de las sombras, donde se ve y se oye; pero se deja leer.
Especial en el sentido que tiene la literatura de postular la realidad, por ejemplo, el de una vida novelada, la de un poeta que se precie ser, y El año de la muerte de Ricardo Reis, es la historia narrativa de este poeta en el ocaso de su vida, espécimen escéptica, de humana soledad, quien a pesar de la desesperanza, el infortunio y el pesimismo nos postula el placer como respuesta epicúrea.

Veamos.

(Del encanto poético en el Alto de Santa Catarina. Cuando la noche era ya cerrada):

<  vara abre el hombre la portezuela del farol, con el gancho hace girar la espita del gas, en fin, este fuego de San Telmo va dejando por las calles de la ciudad señales de haber pasado, un hombre lleva consigo la luz, es el cometa Halley con su rastro sideral, así estarían los dioses mirando desde allá arriba a Prometeo, pero se llama Antonio esta luciérnaga. Ricardo Reis tiene la frente helada, la apoyó en el cristal y allí se quedó, viendo caer la lluvia, luego oyendo sólo el rumor, hasta que vino el farolero y cada farol tuvo su fulgor y su aura, sobre las espaldas de Adamastor cae una luz ya vencida, brilla el dorso hercúleo, será del agua que viene del cielo, será un sudor de agonía por haber la dulce Tetis sonreído burlona y maldiciente, Cuál será el amor bastante de ninfa, que sustente al de un gigante, ahora ya sabe él lo que valían las prometidas abundancias. Lisboa es un gran silencio rumoroso, nada más.>>

(O de la intuición poética y nostálgica del narrador):

<>

Una novela, la que nos ocupa, tejida de una fina ironía para detener la mirada con buen humor, y describir la praxis de un gobierno inquisidor y dadivoso, como el del dictador Salazar; así como la práctica muy humana de los religiosos católicos. Ironía de un buen tejedor de espejos a nuestra realidad cotidiana, para que ciegos que, viendo, veamos en verdad un poco.

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Un vivaz sarcasmo, para polemizar e interpretar humanamente, esa parte importante que es la divinidad y sus contornos; en este caso, la escena donde Ricardo Reis, personaje, está frente al panel de azulejos de la entrada del Convento de San Pedro de Alcántara, <>.

Interpretación irónica, en este contexto, presente también en el Evangelio según Jesucristo, al
inicio de la novela, recurriendo al mismo método de utilizar como medio, la apreciación estética de una pintura, una iconografía dramática muy conocida por la cultura occidental: la crucifixión. Interpretación polémica y realista de lo que sucede en la tierra, nacida sobre todo,  por la mirada auténtica y arrebatada de amor por María Magdalena hacia Jesús crucificado, mostrada en la circunscripción de la escena estética de la figura geométrica: quien quiera mirar la pintura, saldrá de duda.
La historia novelada decía yo al principio, de Ricardo Reis, donde queda de manifiesto ese diálogo dialéctico, entre este poeta y Fernando Pessoa Poeta. Diálogo de hacedores de versos. Contraposición solipcista, porque aunque el primero es creación del segundo, el resultado de ésta converge en un solo punto poético común en ambos: Fernando Pessoa, libro abierto del desasosiego, es Ricardo Reis el escéptico placentero, y, éste a su vez, su creador poético.  Así, el Año de la muerte de Ricardo Reis, no es más que el encuentro de este personaje novelado con su otra voz, llamada Pessoa.
Diálogo dialéctico y polémico, como todo diálogo y, si es filosófico con más razón, entre Jesús y su hacedor el señor Dios, que uno puede encontrar en la lectura de la ya mencionada novela el Evangelio según Jesucristo. O esas miradas contrapuestas entre la modernidad, es decir la tecnología y, la tradición, manifestada en la Caverna.
Contraposición de ideas entre poetas fantasmas, que al final Ricardo Reis, lleno del hastío de existir, decide acompañar por siempre a Fernando Pessoa. Sólo un libro bajo el brazo titulado el laberinto de Dios, como señal de dejar al mundo aliviado de un enigma.

Colofón

Pero sea a pesar de este escepticismo, esta desesperanza, infortunio y pesimismo, novelada de Ricardo Reis, la respuesta del placer epicúreo de éste y el sosiego ante la presencia de Lidia, como colofón, sobre y bajo el fondo de nuestro río Grijalva:

*
La palidez del día es levemente dorada.
El sol de invierno hace lucir cual rocío las curvas
de los troncos y ramas secas.
El frío leve tiembla.
Desterrado de la patria antiquísima de mi
creencia, consolado tan sólo por pensar en los dioses,
trémulo me caliento
a otro sol que no éste.
El sol que había sobre el Partenón y la Acrópolis,
el que iluminaba los pasos lentos y graves
de Aristóteles hablando.
Mas Epicuro mejor
me habla, con su cariñosa voz terrestre
teniendo hacia los dioses una actitud también de dios,
sereno y viendo la vida
a la distancia que está.


*

Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Contemplemos en sosiego su curso y aprendamos
que la vida pasa, y no estamos con las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos luego, niños adultos, que la vida
pasa y no se queda, nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar lejano, junto al Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos, porque no vale la pena que nos cansemos.
Tanto si gozamos como si no, pasamos como el río.
Mejor saber pasar en silencio
y sin desasosiegos grandes.
Sin amores, ni odios, ni pasiones que levantan la voz,
ni envidias que dan movimiento de más a los ojos,
ni cuidados, porque si los tuviese el río siempre correría,
y siempre iría a dar al mar.
Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
si quisiéramos, cambiar besos y abrazos y caricias,
pero que más vale estar sentados el uno junto al otro
oyendo correr el río y viéndolo.
Cojamos flores, cógelas tú y déjalas
en tu pecho, y que su perfume suavice el momento,
este momento en que sosegadamente no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Al menos, si soy sombra antes, de mí te acordarás después,
sin que mi recuerdo te queme o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos las manos, ni nos besamos,
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevas el óbolo al barquero sombrío,
yo nada tendré que sufrir al recordarte.
Suave me serás a la memoria recordándote así —junto al río,
pagana triste y con flores en el regazo.


* Texto leído en la mesa redonda  "Dos miradas a la literatura portuguesa", dentro de la
Feria Universitaria del Libro Internacional 2014. Plaza de Armas, Villahermosa, Tabasco. 11 de Noviembre de 2014

Isidoro Villator

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