[8 y
33 son números, por lo menos, con un significado relevante, muy representativo
en mis senderos caminados a lo largo de mis 59: Ocho, porque me dio la pauta y
me permitió iniciarme como profesor universitario que está por prolongarse este
próximo 8 de septiembre en treinta y tres. Ocho, porque también se dio lo de Elena.]
Sentir
ese deseo de ayudar porque uno puede hacerlo, y satisfacer esa necesidad
natural de conocer al otro, son momentos que vale la pena vivir y repetir
siempre. No como el ególatra que se regocija al escuchar sus peroratas, sin
mirarse en el espejo de la ignorancia del otro. No, todo lo contrario: humildad
y pasión. Porque como acertadamente nos dice el filósofo español, Fernando
Savater: “Enseñar es siempre enseñar al que no sabe y quien no indaga, constata
y deplora la ignorancia ajena no puede ser maestro; por mucho que sepa.”
33 años de camino
académico y viaje odiseaco que comienza en la biblioteca José Martí de la
ciudad de Villahermosa, donde conocí a los grandes maestros de la religión, la
filosofía, la ciencia y la literatura, formando el corpus intelectual y estético de todo profesor que se acerque a
ellos.
Sendero
trazado por una deontología, una poética como profesor universitario. Camino de
aprendizajes delineados por la ciencia, por medio de la literatura, útil en el
desarrollo, entre otras cosas, de la maravillosa competencia de la imaginación
científica que tanta falta hace a los jóvenes, por estar encerrados rígidamente
dentro de una cuadratura como visión absoluta del aprendizaje.
Un aprendizaje fundamentado en el arte de
leer y escribir.
Leer,
lo he dicho otras veces, no es un juego e implica todo un proceso de lectura
interpretativa (además de analítica y evaluativa), que todo estudiante debe
conocer como base fundamental, permitiendo con ello entender el texto. Por eso
el estudiante tiene demasiadas dificultades, y da respuestas equivocadas porque
no sabe leer, no entiende y no comprende el texto, el argumento. Otro tanto:
los profesores no les han enseñado a leer.
Así es esto,
partir
del aprendizaje de la lectura interpretativa, donde las experiencias de
lecturas previas del estudiante son significativas e importante.
La
lectura, convertida en hábito de todos los días, es una ventana abierta a la
escritura. O,
dicho de otra forma: leer
es aprender y saber escribir.
8 y 33, 33 y 8 y, otro tanto el 59,
cábala al descubierto que comparto felizmente.
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