lunes, 30 de diciembre de 2013

NOTAS A UN AMIGO


Salvador Córdova León y los caminos encendidos de las letras

  “No hay como una chela bien fría

                                                                            y un chelo bien ardiente.”[*]

SCL.

 

Hoy digo; después de más de tres lustros sin verle, que la vida, para Salvador Córdova fue breve pero sustanciosa. Sobre todo, encontrarle la medida al instante, bajo el argumento poético de la religiosidad y el erotismo. Descubrir que en ello está el camino hacia  la forma más humana que todo hombre anhela para ser menos bárbaro. Lección de vida que Salvador debió aprender por los senderos transitorios del siglo pasado y a su vez, enseñanza dejada a sus amigos y futuros lectores que quieran leerlo; asombrarse por los caminos de la brevedad, la sensibilidad y los incendios de su poética.

La muestra: lecturas públicas, libro de poemas publicado en 1982 y la verdadera historia de Adán y Eva, mini libro de cuentos súbitos publicado en 1994. Dos libros de brevedad poética; pero de alto vuelo. De lecturas públicas, mis poemas preferidos, nocturno y tríptico erótico. Dos excelentes poemas fuera de todo mercadeo, que parece ser, en este siglo, marca la única alternativa de subsistencia  de la poesía y de los poetas. Como diría Charles Bukowski: la fama es la peor de las putas.

Dos grandes poemas que Salvador Córdova León nos ha dejado como testimonio de la importancia que representa en nuestro camino, el instante del tiempo sensible y ardiente.

 

TRÍPTICO ERÓTICO

(Fragmento)

1

No es más dulce un lirio

que el borde de tus párpados

cuando bajas la mirada,

y tus pestañas caen negrísimas

haciendo sombra sobre tus ojeras.

 

Nadie trazó jamás tal delicadeza.

 

Y nada ablanda tanto el corazón

que mirar tal curvatura,

más leve,

más ligera aún

que el ala de una mariposa.

 

NOCTURNO

Desde su sed,

bajó un potro

a tomar

sorbos de luna en el aguaje.

Curvó el pescuezo,

inquietó las aguas,

y temblaron las constelaciones

y las sombras

que dormían reflejadas.

Se llenó de claridad.

Al subir cada sorbo,

relumbraron tornasoles

en el pelaje de los relieves de su cuello.

Alzó la testa.

Y luego inmóvil,

esculpido en el mármol de la noche,

contempló los cielos.

Impuso entonces

una carga de fuerza y de belleza

al panorama,

junto a la sombra poderosa

de una ceiba.



[*] Epígrafe tomado de la memoria de quien escribe, en una tarde de 1994,  en el café la Alianza, del Centro Histórico de la ciudad de Villahermosa.

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