Sin duda que este poema es uno de los más largos que escribió Pellicer, el más
concebido y ambicionado que dio luz después de más de cuarenta años de lenta maduración. El poema es un canto místico y mítico, aquí, el cuatro parece ser un número bajo el cual se nutre este esquema, por lo menos en el inicio de los primeros versos analizados: cuatro voces, cuatro puntos cardinales; juventud y madurez, vida y muerte.
El título del texto, como de entrada, nos dice que es un canto:
<<Oda, es la denominación que los griegos, en la antigüedad clásica, denominaron a todo poema dividido en estrofas y destinado al canto. Lo más frecuente era ser cantado para celebrar los atributos de un dios. Etimológicamente, oda significa canto griego y, técnicamente se trata de una poesía lírica>> (Gordon, 1987, 14).
Y, por referencia a su obra poética, casi en su totalidad, podemos pensar que es un canto prehispánico en las voces de los cuatro elementos de la naturaleza: el fuego, el viento, la tierra y el agua. Por su parte, el vocablo tropical puede ubicarnos en el espacio y en el tiempo, que en este caso es la selva.
Reitero, es el canto de la selva, de la naturaleza al que nos invita el poema.
La oda tropical a cuatro voces
ha de llegar sentada en la mecida
que amarró la guirnalda de la orquídea.
Efectivamente, esta estrofa nos anuncia el gran concierto del trópico en las voces de la naturaleza que han de llegar a sentarse para ser coronadas, y sustentadas por las flores como son la guirnalda y orquídea. Cuando todo parece teñirse de gris en alboradas y tardes que ya no se distinguen en estos tiempos; la voz del viento, la tierra, el agua y el fuego, se ven anunciándonos el inicio de un gran concierto de lo que está bajo amenaza de exterminio. El canto, en un tiempo futurista, vendrá del cielo y la tierra para unir su poder musical al canto del corazón del ser humano que de sentido a su existencia, a su raíz; que lo haga sensible a la vida.
Vendrá del Sur, del Este y del Oeste,
del Norte avión, del Centro que culmina
la pirámide trunca de mi vida.
Aquí el hablante lírico nos postula que no todo está perdido, aún en la pirámide que nos hemos construido con base en la tecnología, en la cibernética, en la futurología representada por la inteligencia artificial; en una ética mercantilista, consumista; sino que es en el poder de la naturaleza donde podemos reorientar el camino y lograr la libertad encadenada por la soledad a que nos ha arrojado el dichoso tener.
Yo quiero arder mis pies en los braseros
de la angustia más sola,
para salir desnudo hacia el poema
con las sandalias de aire que otros poros
inocentes le den.
Por ello, Pellicer lírico, nos narra en esta estrofa que en medio de la fronda natural, hay un deseo humano de libertad resplandeciente, feliz, con más bienes que la naturaleza de su canto y, extendiendo sus manos al hombre para rescatarlo y darle a beber de ella. Con los pies calzados por la hierba, las flores, el verdor del trópico.
Oportuno es mencionar que, la anterior estrofa bien podría ser utilizada por cualquier profesor que enseñe literatura para reflexionar junto con los alumnos, de cuáles han sido los efectos de la separación del ser humano de la naturaleza y cuáles serían los beneficios regresar al reino de ella. Aunado a esto, la anterior estrofa nos llevaría a discutir y reflexionar junto con los alumnos en torno a la libertad; cómo se manifiesta ésta en estos tiempos; cómo viven, cómo sienten los alumnos el acto de la libertad; qué es para ellos la libertad.
A la cintura tórrida del día
han de correr los jóvenes aceites
de las noches de luna del pantano.
En este terceto, se cuenta el murmullo joven del sudor del cielo sobre la tierra ardiente nocturna y pantanosa; es el mediodía, el carácter de la selva, la juventud del día para el cual no hay ningún obstáculo. Pero, claro, el hombre en estos tiempos ha olvidado que se está degradando en darle sentido a su modus vivendi en la superficialidad. Es en el canto de lo tropical, la música de la vida que lo mueve todo y, no en el chirriar o el claxon de los automóviles, el reposo de una estatua esculpida todos los días por la televisión, por el ciberespacio.
La esbeltez de ese día
será la fuga de la danza en ella,
la voluntad medida en el instante
del reposo estatuario,
el agua de la sed
rota en el cántaro.
Aquí es el canto del sur, de la tierra que da de tomar al sediento con su agua más cristalina, el agua que ha sido contaminada por la tecnología o por el mal uso que se le ha dado.
Entonces yo podría
tolerar la epidermis
de la vida espiral de la palmera,
valerme de su sombra que los aires mutilan,
ser fiel a su belleza
sin pedestal, erecta en ella misma,
sola tan sola que todos los árboles
la miran noche y día.
Así mi voz al centro de las cuatro
voces fundamentales
tendría sobre sus hombros
el peso de las aves del paraíso.
La palabra Oceanía
se podría bañar en buches de oro
y en la espuma flotante que se quiebra,
oírse, espuma a espuma, gigantesca.
Pero, si a pesar de todo hubiera cualquier inconveniente en este gran concierto tropical a que nos invita el texto, sería la mínima gota de imperfección, si es que algo de imperfecto tiene la naturaleza. Digamos, por ejemplo, la piel de roca de la palmera, como parte de una pequeña dificultad. Por lo demás es fiel a su esbeltez compartida por todos los árboles. Así la voz del hablante lírico de este esquema postulado del verso 29 al verso 36 tendría el color, la frescura y los tonos de las aves del paraíso. El sonido de la palabra Oceanía en el cantor del norte se nutriría de la juventud del sol y, el vaivén del canto de las olas escucharse en toda la selva tropical. Qué más poder alimenticio, qué más búsqueda vigorosa que la fuerza de estos elementos; para qué el poder basado en las máquinas, la arrogancia ficticia de nuestra modernidad; para ser tan <<civilizados>>; bien tendríamos que construir una forma de civilización basada en la filosofía de lo que queda del trópico.
El hombre podrá transformar la naturaleza, ensuciarla con sus manos; pero a una flor jamás le quitará el sueño de seguir reinando con todo el poder que un hombre no tiene.
Esto nos sugiere hacer una representación teatral de la naturaleza, de la selva dentro del salón de clases, donde cada uno de los alumnos representaría, así como el mismo profesor, los personajes como la palmera, los árboles, las aves, el murmullo del océano, las olas, etcétera; y con ello sentir y vivir que en realidad somos parte de la naturaleza.
El deseo del viaje,
siempre deseo sería.
Del fruto verde a los frutos maduros
las distancias maduran en penumbras
que de pronto retoñan en todos los niños.
El canto del trópico es la frescura de la juventud que puede viajar hacia la madurez para retoñar con la frescura sabia de un niño crecido en el silencio de la sabiduría. Y, es que en la séptima estrofa, la imagen de sus cinco versos es el recorrido de la juventud hacia la madurez, sin envejecer como envejecen las grandes urbes, que hacen todo lo posible para que el recorrido sea menos doloroso y, que sin embargo es más intenso; utilizando o haciendo uso del poder <<poder de la ciencia>>; ya sea a través de la química o a través de la bioingeniería. En la esteticidad de las palabras que es el trópico mismo, la imagen es una sola, aún con diferentes luces: juventud y madurez: Fuera de esto, en la urbanidad de nuestras ciudades, diferentes imágenes, dualidad para retoñar envejeciendo por el ego civilizado de sus habitantes.
En la ciudad entre fuerzas de automóviles
huele un poco de vidrios a guanábana.
Es la bolsa del semen de los trópicos
que huele azul en carnes madrugadas
en el encanto lóbrego del bosque.
La tortuga terrestre
carga encima un gran trozo
que cayó cuando el sol se hacía lenguas.
Y así huele a guanábana
de los helechos a la ceiba.
Aunado a esto, qué tan sensatos o prudentes somos hoy, y en mayor cuantía los que tienen todo el poder económico, como la sensatez (postulada en la VIII estrofa) de la madurez de las guanábanas que impregnan hasta los vidrios de los automóviles de las naciones que tienen prisa en llegar y no llegan a ningún lado. Hay que aprender de la lentitud sabia de la tortuga, que nos describe poéticamente Pellicer, alcanzada también por el semen de la guanábana que explota en todo el trópico.
En suma, y sobre todo, una magnifica invitación a regresar a la naturaleza, una invitación al renacimiento en medio del avasallador crecimiento de la tecnología desacralizadora del mundo.
Concluyo, aún, cuando el análisis de estos esquemas para una oda tropical es apenas sobre cincuentaiún versos de los quinientos veinte, podemos, aunque muy temprano, sugerir algunas estrategias de lectura a las ya mencionadas con anterioridad. Como el poema es un canto y en él se escucha a un hablante lírico como cantor principal, como director de orquesta de las cuatro voces tropicales, lo primero sería leer el texto, valga la redundancia, a cuatro voces, organizando una gran orquesta de alumnos. Leer el poema, por ejemplo en ranchero, en rap o en pop; logrando con ello una dinámica actualizada del poema y, agudizar el oído de los alumnos por la musicalidad que contiene la poesía, además de hacer atractivo el texto. En esta multiplicidad de voces, pasar al uso del diccionario para explicarse el significado de cada una de las notas musicales, que en este caso serían los vocablos del trópico. Los que llamen la atención al estudiante, de acuerdo a su competencia lingüística. Plantear en el salón de clases un diálogo en torno a la juventud y la madurez, la vida y la muerte bajo la primicia de la divergencia: naturaleza versus tecnología: Qué se entiende por juventud, qué por madurez, cómo entienden los alumnos la transición de la una a la otra desde la perspectiva de la naturaleza que postula Pellicer y, cómo desde el punto de vista de la era de la tecnología; así, la misma discusión acerca de la vida y la muerte.
A través de este poema se puede actualizar su temática para dar pie a una reflexión acerca de ello que hoy es propio de los jóvenes, pero bajo la óptica heredera de la informática. En la realidad actual del estudiante, el texto puede ganar interés, leído desde la mirada de la problemática que representa a fines y, viéndole la cara tiznada al siglo XX, el medio ambiente en que vivimos, al cual le hemos desgastado el corazón.
Bibliografía
Carmona, Cristina. (1979). Análisis de poemas I. México: Edicol.
Dietrich, Rall. (1993). En busca del texto. México: UNAM.
Eguinoa, Ana y Georgina Trigos. (1992). La comunicación literaria. Veracruz, México: Universidad Veracruzana.
Gordon, Samuel. (1987). Esquemas para una oda tropical. Tabasco, México: Gobierno del Estado de Tabasco.
Krauze, Ethel. (1992). Cómo acercarse a la poesía. México: Conaculta.
Suárez Caamal, Ramón Iván. (1991). Poesía en acción. México: Conaculta.
Mediz, Antonio. (1987). El libro de Chilam Balam de Chumavel. Yucatán, México: Gobierno del estado Yucatán.
* Este texto apareció publicado por primera vez en el suplemento cultural Latitud Sur, que coordinaba el artista Rogelio Urrusti en 1998.
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